Gracias a nuestro propio esfuerzo podemos mejorar el estilo, nuestra marca, corregir nuestros defectos y hacernos más fuertes. Con el esfuerzo cotidiano no es fácil que nos venzan las dificultades, como el agua fría en una travesía de natación, o que otros competidores sean mejores que nosotros y estemos tentados de abandonar porque creamos que no vale la pena el esfuerzo. Sin embargo el nadador que quiere por encima de todo mejorar, no sólo está dispuesto a luchar contra sus rivales, sino lo más importante, contra sí mismo, de forma serena, perseverante, con una voluntad bien cimentada, con toda su fuerza y coraje, a pesar de las dificultades trata siempre de hacerlo cada vez mejor. Casi siempre se siente satisfecho de sus entrenamientos y de sus logros, a pesar de no conseguir los éxitos que a veces no llegan, pero él sabe que su entrenamiento es gratificante, su cuerpo va consiguiendo los recursos que necesita para competir a un buen nivel, dichos recursos son el desarrollo físico óptimo, fuerza, fortaleza psicológica y una alegría incomparable al salir de los entrenamientos y de las competiciones cuando lo hemos dado todo y vamos viendo los resultados. Este es el bagaje que deja sus muchos años de entrenamiento, que le van a servir después en su vida cuando deje el deporte competitivo. Y porque no, también en su futuro trabajo. Y por supuesto con todo esto ya vale la pena nuestro esfuerzo. ¿Te apuntas o sigues perezoso?. Tú decides.
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