A una nadador que se machaca diariamente, tanto en el
gimnasio como en la pileta, y tú sabes por experiencia que nunca va a ser un buen
nadador, su tipología no es la más idónea para la natación, es un poco gordito,
se cansa, tiene poca fuerza y una
técnica deficiente, y además le falta actitud,
lo que le impide alcanzar lo que otros logran.
A un nadador excelente, un buen competidor y un buen
compañero que tendrá que dejar la natación porque sus padres no pueden pagar
las cuotas del Club, porque están en el paro y no encuentran trabajo, ni esperanzas
en conseguirlo.
A esa nadadora que no entrena convenientemente, que
se distrae en los entrenamientos, casi siempre está hablando y entreteniendo a
los demás nadadores y es un auténtico sufrimiento para todos los que de verdad
quieren entrenarse.
Al mejor nadador del Club, pero que es un engreído,
un chulo, un fanfarrón del copón y además putea con naturalidad a todos sus
compañeros y arrasa con todo por donde pasa y por si fuera poco, le importa todo tres pitos.
A esa nadadora esbelta e introvertida que nunca se
queja y que siempre le puedes pedir una serie más, a pesar de ser un 200 o un
400 metros y que lo hace con la mejor
disposición y poniendo todo el esfuerzo de su parte.
Al que no falta a los entrenamientos, es cumplidor, se
esfuerza por entrenar bien pero nunca es capaz de lograr nadar un relevo,
porque no consigue la marca que le pide su entrenador y está hasta el gorro de
intentarlo.
A ese soñador empedernido, que piensa en cosas
imposibles y que nunca llega a alcanzar y a pesar de todo siempre tiene una
sonrisa, y es feliz entrenando y compitiendo.
A veces no se encuentran las palabras adecuadas para
motivar en momentos especiales o incómodos,
que cada nadador/a nos brinda en las sesiones de entrenamiento.
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